domingo, 21 de abril de 2013

La fecundación humana in vitro

La fecundación humana in vitro
La fecundación humana in vitro agrava la malicia de la inseminación artificial. Más en contra de las leyes naturales, la fecundación se hace y se continúa fuera de la madre. Además, en el caso de fecundación in vitro, la imposibilidad de maduración o el exceso de de embriones trae consigo la práctica de uno o varios abortos.
La gestación completa de un ser humano in vitro habría de calificarla, como es natural, de ilícita. La única justificación presentada para los casos de inseminación artificial es la de dar un hijo a matrimonios estériles. Pero de nuevo hay que recordar el principio ético fundamental de que el fin no justifica los medios, y menos unos medios antinaturales. El problema se agrava cuando el hijo obtenido así, aun dentro del matrimonio, proviene del semen de un tercero.
Desde el punto de vista científico, se podría pensar que es interesante conocer con detalle cómo son posibles estos experimentos. Es preciso decir, en cuanto a la inseminación artificial, que no hay ningún enigma por descubrir, y que se conocía ya en la práctica de la cría de animales. Tanto en el supuesto de la inseminación artificial como en el de la fecundación in vitro, hay que reflexionar -además de la malicia que supone ir contra la naturaleza del acto conyugal- en esto: hasta qué punto se puede experimentar cualquier posibilidad práctica, prescindiendo del hecho de que la vida humana es instrumentalizada sin más objeto que la simple curiosidad.
No parece, en efecto, que el número de los nacimientos -su escasez- sea un problema agobiante. Por el contrario, al mismo tiempo se trata por todos los medios de limitar o interrumpir las concepciones. No todo lo que se puede físicamente hacer se debe moralmente hacer. Este es un principio elemental, sin el que sería imposible la convivencia humana.

La fecundación in vitro puede dar lugar, además, a cualquier tipo de manipulación genética. En efecto, después de la fecundación y antes de la implantación en el útero, el feto puede ser manipulado y, de ese modo, hacer que nazcan hombres con elementos genéticos que no proceden de sus padres, o incluso que no proceden de otros hombres, sino de animales. La posibilidad de fabricar «monstruos» no está tan lejana como parece. Con la lógica usual en los que defienden la inseminación artificial, la fecundación in vitro, etc., no habría nada que objetar a esta manipulación genética. También se trataría de un objeto -y además muy interesante- de investigación científica.

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